Amados, amémonos unos a otros”. —1 Juan 4:7
En este cuarto día de Navidad, siento el poder del amor divino en mí.
Percibo mi valor intrínseco. Soy una creación preciada de un Dios magnificente. Me trato con amor y ternura, consciente de que estoy sustentando y avivando el Cristo en mí. Soy, verdaderamente, un templo del Dios viviente.
Al mirar a mis familiares y amigos, y a toda la gente con la cual me pongo en contacto a diario, pienso en ellos como templos de Dios, aun cuando ellos no estén conscientes de ello. Todos somos expresiones de Dios —expresiones de amor divino.
El amor es el poder que despierta la naturaleza de mi vida espiritual, es el alimento espiritual indispensable para el crecimiento de la conciencia del Cristo en mí.
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