Sobre los velorios (o velatorios)

Me di cuenta de que en los velorios, al menos a los que he ido, hay tres tipos de personas, además de los que en verdad aman a aquel que pasó de plano, a quienes hay que ponerles el hombro, tomarles la mano y dejar que sientan que una está ahí, que pueden contar con una. Sólo eso.

Están los que van a hablar de sus vidas. Aprovechan las “orejas disponibles” (sobre todo cuando llega la noche, y la cosa se va raleando) para repasar toda su vida, con logros, dolores y todo tipo de vivencias que ellos consideran merecedoras de ser compartidas. Una se está cayendo del sueño y seguirles el hilo es imposible. Están los que van a hablar de sus “ganancias”. Y no digo “logros”, porque considero que para ellos cada pequeño paso que dan o dan sus retoños, es una anotación más en su lista de Haberes. Desgranan lo que lograron y los que logran/están por lograr/lograrán sus hijos. Se inflan de orgullo, como los globos esos. Dejé para último, y se me termina la carga de la laptop, los que van a dar las últimas (o penúltimas) noticias. Esos encuentran una buena oreja en mí, porque vivo en “un foco” como dice una alumna mía y nunca sé nada. Ante mi cara de asombro descargan toda la artillería de chismes, habidos, sospechados y por haber. Y se desviven por buscar más en sus recuerdos cuando ven que no sé nada de nada ni de nadie, o que mis conocimientos ya están caducos… Hasta que llega el próximo (de la misma especie) y pasa los mismos chismes, pero totalmente al revés.

En esta vida, hacemos lo que podemos con lo que sabemos y con lo que contamos (hablo de herramientas, saberes, experiencias).

“Pacencia”, como decía mi abuela. Ya vamos a crecer un poco más para la próxima vida.